Encuadre
Es evidente la situación de crisis que atraviesa la humanidad en el momento actual. La crisis se manifiesta en distintos niveles y en todos los ámbitos de la acción, el pensamiento y la experiencia humana. En la historia han quedado registros de numerosas crisis que pusieron en peligro la supervivencia de los grupos humanos en distintas épocas y lugares, pero en este caso se trata – como sucedió hace unas décadas con la «guerra fría» -, de una crisis global. Esta crisis parece «superar» a la anterior, al agregar a la posibilidad de una guerra nuclear, la amenaza – no menos grave – de un cambio climático que puede perturbar seriamente las condiciones de vida en el planeta.
¿Qué posibilidades tenemos frente a esta situación?
Muchas veces, cuando buscamos respuestas frente a esta crisis, nos invade la sensación de movernos dentro de ciertos límites que no nos permiten ir más allá de un pragmatismo de corto alcance. Es como si viviéramos en un contínuo estado de emergencia, cosa, por otro lado, perfectamente representada por la pandemia que atravesamos en este momento.
Esos límites que nos impiden “volar” con libertad, están relacionados con el sustrato de creencias básicas de la época. Paradójicamente, por un lado, necesitamos referencias que guíen nuestra acción en el mundo pero, por otro lado, las referencias tradicionales se nos presentan como inadecuadas y asfixiantes.
¿Cómo se puede superar esto?
Si la humanidad está hoy totalmente interconectada, y es por lo tanto «una sola», si cubre además completamente el planeta, las perspectivas parciales, grupales o personales, no corresponden ya al momento actual. Es necesario pensar globalmente, aun cuando se actúe en un campo particular. Es necesario superar ese cerrado individualismo que reniega del proceso histórico y social que ha depositado a cada uno en la situación en que actualmente se encuentra.
En el pasado las distintas civilizaciones se encontraban relativamente separadas entre sí, de manera que, aunque una civilización desapareciera, algunos de sus elementos progresivos podían transferirse a las civilizaciones por venir, potenciando así el proceso de la evolución humana. Las distintas civilizaciones, cada una en su momento, recibieron influencias de las demás y ejercieron influencia sobre las otras también. Pero hoy vivimos en un mundo interconectado, en camino a convertirse en una civilización planetaria. Por lo tanto, la situación actual es sustancialmente diferente. La crisis de la que hablamos no se limita ya a una civilización en particular sino que tiene características globales.
Desde cierto punto de vista, podemos decir que el sistema globalizado actual tiende a convertirse en un sistema cerrado. Y según la física, en un sistema cerrado indefectiblemente aumenta la entropía, es decir, el desorden. Entonces sucede, que cuanto más orden se intenta imponer, más desorden se crea. Esto puede comprobarse claramente en la actualidad.
En un sistema cerrado se tiende a la homogeneización en todos los ámbitos que lo componen, desde la economía hasta el derecho, y desde los valores hasta el lenguaje. Incluso tiende a homogeneizarse el estilo de vida de las personas. Respecto del pensamiento, se observa la pérdida progresiva de la capacidad de abstracción, en beneficio de una mirada analítica y pragmática, desconocedora de las nociones de estructura y proceso. Para muchos se ha perdido la esperanza e incluso el interés por comprender lo que sucede en el mundo.
No es difícil entender cómo los contenidos de la conciencia tienden a la homogeneización, si se toma en cuenta que todos recibimos las mismas informaciones, los mismos puntos de vista, la expresión de las mismas creencias, etc. etc. A veces se registran enfrentamientos pero sobre la base de una creencia común. Por ejemplo, el capitalismo y el socialismo disputan posiciones entre sí, pero comparten una mirada materialista sobre el mundo.
La conciencia es el factor orientador de la historia. No hay acción humana que no venga precedida por una idea o una imágen de aquello que se desea hacer, o de lo que se desea lograr con determinada acción. Así, toda idea, toda imágen de futuro, toda propuesta de cambio, surgen primero en el ámbito de la conciencia individual. Pero sucede que en estos tiempos, análogamente a lo que sucede en el mundo, la propia conciencia tiende a comportarse como si fuera un sistema cerrado. A modo de ejemplo, consideremos el pensamiento medieval europeo: un inmutable dios en las esferas celestes, que observa y toma nota de la conducta humana, un infierno o un cielo como destino, una jerarquía monárquica y sacerdotal que actúa como intermediaria, la Inquisición para el que piensa diferente, etc.etc. Para quien vive en esas condiciones, es difícil pergeñar «nuevas» respuestas, porque todo lo que se piensa o se imagina, surge del mismo ámbito cerrado ya existente. No obstante, la Edad Media terminó y vino el Renacimiento. No es que no haya salida, pero en principio, estamos constreñidos a pensar dentro del universo dado por las creencias básicas del momento actual. El sustrato de creencias delimita lo que se puede pensar, lo que se puede imaginar, lo que se puede percibir y comprender. y tiende a cerrar el horizonte de la mentación.
Daremos otro ejemplo: entre otros ámbitos del pensar, el sustrato de creencias básicas está en la base de todo desarrollo científico. Los innovadores en las distintas ramas de la ciencia han sido aquellos que pudieron saltar sobre las creencias de su época. ¿Quién iba a imaginar a comienzos del siglo XX, que el tiempo y el espacio podrían ser magnitudes «relativas», «flexibles» o «deformables»? Einstein logró dar ese «salto» en su conciencia, y hoy, los GPS con correcciones relativistas y la detección de ondas gravitacionales certifican constantemente la validez de aquellas concepciones «inimaginables». Si se logra “mirar desde afuera” el sistema de creencias básicas, queda abierta la posibilidad del desarrollo y la expansión de la conciencia.
Así que, en la búsqueda de soluciones a la crisis actual, nos enfrentamos a ciertos límites. Límites o fronteras de nuestra mente. Es necesario reflexionar sobre ellos. La crisis se acelera y los actores sociales se polarizan: surgen formas oscurantistas, irracionales y violentas que compiten entre sí.
¿Cuáles son los límites, dónde están y cómo impiden al ser humano crecer y evolucionar? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Cómo se manifiestan? ¿Qué podemos hacer para superarlos? ¿Es acaso, la propia concepción del Ser Humano la que limita posibilidades de crecimiento y desarrollo? Para encontrar «salidas creativas” es necesario hacer un esfuerzo por superar los límites que nos impiden pensar con relativa libertad.
En los distintos campos de acción, en las distintas disciplinas del quehacer y del saber, se da la misma coyuntura: lo que se ha hecho hasta ahora para superar la crisis ha resultado ineficaz o insuficiente, pero, para encontrar nuevas respuestas, hay que abrir la conciencia a la consideración de nuevas posibilidades. Todo comienza por allí, por esa apertura de la conciencia… ese es el camino a recorrer, al encuentro de nuevas regiones del pensar… que luego se convertirán en imágenes concretas de acción, tal vez, en las nuevas propuestas de un cambio necesario que ha de venir.
Habiendo llegado a este punto de inflexión, ¿hacia dónde seguir?
La globalización neoliberal pretende imponer al mundo un paisaje agotado. Tal vez la complementación de puntos de vista entre quienes proponen un cambio pueda dar orígen a una nueva respuesta. Los diferentes ejes temáticos del Simposio pueden explorar esta posibilidad.
¿Cómo encontrar salidas creativas? Ese es el desafío que plantea este 9no. Simposio, y es el sentido de la convocatoria y la invitación.